"4 Pero cuando se manifestó la bondad de Dios, nuestro salvador, y su amor para con la humanidad, 5 nos salvó, no por obras de justicia que nosotros hubiéramos hecho, sino por su misericordia, por el lavamiento de la regeneración y por la renovación en el Espíritu Santo, 6 el cual derramó en nosotros abundantemente por Jesucristo, nuestro Salvador, 7 para que, justificados por su gracia, llegáramos a ser herederos conforme a la esperanza de la vida eterna." Tito 3: 4-7
Otro ciclo encontrará pronto su ocaso. Y creí acertado cuestionar
¿Qué sembramos realmente? ¿Qué recogimos de este período? ¿Acaso nuestras acciones se tradujeron en algo meramente personalizado o realmente repercutieron positivamente en la vida de otros?.
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En las celebraciones de fin de año, nuestro comportamiento autómata buscará satisfacer los estándares sociales -unos pocos tendrán éxito, la mayoría no-, mientras sucumbimos absortos ante los "necesarios gastos de cierre de año"
, cobijados por el mercadeo de luces multicolores y suntuosos adornos, platillos tradicionales, una nueva vestimenta, fuegos artificiales y un sin número de videos y fotografías cuyo objetivo principal será engalanar y validar que
festejamos por todo lo alto.
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Obviaremos que se trata de una época de esperanza, compartir en familia y estrechar lazos de amistad, solidarizarnos con los desprotegidos y necesitados, siendo generosos y agradecidos; olvidamos de manera conveniente se trata de una etapa de reflexión, transformación y compromiso espiritual, un momento para perdonar, sonreír desde el alma y amar fraternalmente.
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Descubre el significado sublime de la vida y rescata esa época cuando tu alma infantil aún te hacía feliz; deja que brille en tu corazón ese amor puro y genuino: lleno de paz, luz y renovado en Cristo Jesús. Déjate envolver por el abrazo frágil y la mirada melancólica de la humanidad.
"Y este es su mandamiento: que creamos en el nombre de su Hijo Jesucristo y nos amemos unos a otros como nos lo ha mandado" 1 Juan 3: 23
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